¡¡Hola a tod@s!!

En esta primera entrada en mi blog de yoga me gustaría hacer una pequeña presentación y contar cómo llegué a ser profesora de yoga y el gran cambio que supuso a muchos niveles en mi vida.

Bien, como muchas cosas que nos suceden, mi decisión de dedicarme a la enseñanza del yoga vino a raíz de un gran cambio en mi vida, hacía apenas 3 meses que había sido mamá y estaba teniendo una revolución interna muy intensa, en la cual me empecé a plantear realmente qué quería ser, a qué quería dedicarme.

Hasta entonces había trabajado siempre en departamentos administrativos/financieros, pero realmente ese trabajo no me hacía feliz, es más, notaba que me estaba estancando en algo que no era lo mío, lo sentía.

Con la llegada de mi bebé tuve todo más claro, no quería tirarme fuera de casa 12 horas, y aunque la decisión no fue fácil por todos los patrones predeterminados que nos han impuesto desde pequeños, hice caso a mi intuición, ese no era mi camino.

Así que durante mi baja maternal, teniendo una conversación profunda con una de mis mejores amigas, me sugirió la posibilidad de formarme como profesora de yoga, ya que hacía años que lo practicaba y su filosofía iba muy en sintonía con la mía.

Enseguida mi cuerpo reaccionó ante tal comentario y algo dentro de mí sabía que ese era el camino, no sé si el camino final, pero desde luego el camino presente.

La semilla ya estaba plantada en mi mente y poco a poco fue cogiendo fuerza. Cómo llegué a las formaciones que finalmente terminé haciendo ya lo contaré en otra entrada.

La semilla ya estaba plantada en mi mente y poco a poco fue cogiendo fuerza

Después de este año intenso en el que he realizado dos formaciones (200 horas y 550 horas), puedo decir que algo dentro de mi está cambiando, noto que otra pequeña revolución está teniendo lugar en lo más profundo de mis entrañas, no os asustéis, no estoy mutando ni nada de eso, pero noto cambios, en mi forma de pensar, en mi formar de ver las cosas, en mi forma de actuar, soy más consciente de todo.

Antes había escuchado o leído en infinidad de sitios la frase de tener sano cuerpo-mente-espíritu y aunque creía saber lo que significaba, no tenía ni idea.

A día de hoy soy bastante más consciente de lo que significa y mucho más importante, de lo que es. No es fácil, no es bonito, no es un camino de rosas, a veces te tienes que enfrentar contigo misma, con tus miedos, tus inseguridades, tus defectos, tu ego.

Ya sé que estaréis pensando, que vaya forma de vender el yoga tengo, y a eso os digo que es que no quiero vender el yoga, el yoga es.

Tampoco os asustéis, porque enfrentarte a ti mismo no tiene por qué ser malo, es verdad que al principio es incómodo, pero una vez te vas conociendo y siendo más consciente de quién eres, más te gusta ver y descubrir, o por lo menos eso me ha pasado a mí y ¿sabéis que?

Que te terminas aceptando con tus luces y tus sombras, que aprendes a manejar mejor tus emociones y tus reacciones, que ya no hay vuelta atrás, que saldrás de tu centro, tendrás más ataques de rabia, de ira, de ego, pero no pasa nada, porque los detectarás, aceptarás que todo eso te está pasando y volverás antes a tu centro, aprenderás a desidentificarte de tus emociones y a saber que eso es algo pasajero, que como decía mi madre, eso también pasará y lo mejor de todo es que sabrás que es así y cuando llegas a ese momento de conciencia, es cuando has empezado el camino hacia dentro, hacia el ser.

“El Yoga es la oportunidad perfecta para ser curioso sobre quién eres” – Jason Crandell –