Lo confieso. Desde que me convertí en mami me he encontrado más perdida que un pulpo en un garaje más veces de las que me hubiera gustado.

Porque a mí lo que me habían contado es que los bebés vienen con un pan bajo el brazo, pero nadie me habló de la montaña rusa emocional por la que pasas, que ríete tu del Dragón Kan.

Esos días en los que miras a tu bebé como si fuera la cosa más bonita del mundo, te encuentras en una nube, el corazón parece que va a explotar de amor y te sientes como la protagonista de una película súper azucarada de Hollywood.

Y luego están los otros días, esos en los que te vas durmiendo por las esquinas, ya has perdido la cuenta de los días que hace que no te lavas el pelo y no puedes ir ni al baño sola. Todo el mundo parece saber más de la maternidad que tú (hasta las que no son madres) y te dan consejos no solicitados, amablemente. Y tú, tus ganas de dormir y tu moñete te preguntas que qué leches has hecho con tu vida. Si eras una joven que tenía muchas cosas que ofrecer.

Lo bueno, querida, es que creo que todas pasamos por lo mismo.

Sin duda, fue en esa época de mi vida cuando entendí qué para estar realmente bien, tenía que tratar cuerpo, mente y espíritu. Y volver a reconectar con mi esencia, ya que al nacer mi bebé también había nacido yo como mamá y tenía que encontrar mi sitio en esa nueva faceta.

Para estar realmente bien, tenía que tratar cuerpo, mente y espíritu.

Comprendí que estaba siendo incoherente, porque pretendía seguir el mismo ritmo de vida que llevaba antes de ser mamá y la realidad es que de un día para otro mi vida había dado un giro de 180º.

Era un círculo vicioso. Mi cuerpo no podía estar bien si no le daba el descanso adecuado y al estar tan cansada mi mente estaba más inquieta, al tener la mente inquieta era incapaz de gestionar mis emociones y por eso entre otras cosas a veces me sentía desbordada ante la maternidad.

Cuando acepté mi nueva realidad y comencé a escuchar a mi cuerpo, sus necesidades y sus nuevos ritmos, todo comenzó a fluir mejor. Por eso me gustaría compartir mi experiencia contigo por si te sirve de ayuda.

1. Comencé a dormir todo lo que podía y me dejaba Hugo, no me ponía horarios para despertarme a no ser que tuviera que hacer algo en concreto, como ir a la revisión del médico o al grupo postparto. Pasar el polvo o planchar la ropa no eran más importantes que mi descanso. Además, te diré que cuanto más descansada estaba, más energía tenía para luego afrontar el día. Empecé a dedicarme todos los días un espacio de tiempo solo para mí, ya fuera una hora o 10 minuto. Hacía yoga, daba un paseo, una ducha tranquila…

2. Cada vez que alguien me daba amablemente un consejo no solicitado se lo agradecía y luego hacía lo que yo sentía que era mejor para mí y mi bebé.

3. Me apoyaba en todo momento en mi pareja, familia y amigos y si un día me encontraba triste o tenía ganas de llorar lo hacía, no reprimia mis emociones, las dejaba salir. Hice tribu con otras mamis que estaban pasando por mí misma situación y que me comprendían perfectamente. Me convencí de que lo estaba haciendo lo mejor que podía y que todas mis decisiones eran las mejores para Hugo y para mí. Acepté que no podía quedar tanto con mis amigos porque ellos seguían con su vida habitual pero la mía había cambiado completamente.

De esta manera alineé mi vida a la nueva situación y pude disfrutar de verdad de esta etapa tan maravillosa de la vida.

Así que si estas en esta situación, para un momento y pregúntate que es lo que sientes, que es lo que necesitas, que es lo que quieres. Recuerda, que cada una somos diferentes y tenemos diferentes necesidades. A mí por ejemplo la falta de sueño me afectaba mucho y tenía claro que dormir era una de mis necesidades, pero quizás a ti no, porque tienes la gran suerte que tu bebé es de lo que desde el primer mes duerme 7 horas seguidas y lo que te apetece es irte con tus amigas un rato a arreglar el Mundo.

Porque te mereces tener espacio para reconectar con tu esencia

Porque te mereces disfrutar plenamente los primeros meses de tu bebé. Observarle durante horas, dormirle en tus brazos, su sonrisa al despertar, su olor, su calor, su AMOR. Un AMOR incomparable que todo lo puede.

Y sobre todo, calma. Respira y tira un poco de humor, que la vida con humor dos veces mejor. Que no serás la madre del año pero tú con tu hijo vas a ser la pera limonera. Ya lo sabes. Que ahí donde te ves con tu sueño, tu moñete y tu Dragón kan de emociones eres capaz de sacar fuerzas de donde no las hay y la mejor de tus sonrisas cada vez que tu retoño te necesita. Asi que date un respiro, tira la fusta y date un capricho (si, hoy mismo para celebrar tu primer paso hacía el autocuidado). ¡Porque hoy es tu día!

Y cómo diría Anne Igatiguru ¡Hasta la semana que viene corazones!

Luz y Amor

“Y empecé a liberarme de todo lo que no era saludable…, situaciones, personas, gustos y cosas. Lo llamaron egoísmo, yo lo llamé AMOR PROPIO”